sábado, 1 de noviembre de 2014

ladrón de alma

Su mayor placer era practicarme una hendidura en el pecho, lo suficientemente pequeña para que no me desangrara y lo bastante grande como para meter su mano en mis entrañas. Una vez dentro, apretaba cada uno de mis órganos hasta que explotaban. Era un puto sádico y mi cara de dolor lo hacia feliz. Había encontrado en mi al ser perfecto, capaz de regenerarse al día siguiente con una sonrisa que destrozar nuevamente. Y sin embargo, la idea de que solo jugara conmigo me hacia feliz.

Yo solamente sabia quedarme postrado en esa cama a pecho descubierto, con la esperanza de que hoy el dolor fuera mas llevadero. Había días que para mantenerme enganchado cambiaba el bisturí por la pluma, acariciaba mi piel haciéndome creer que había acabado. Solo lo hacia para disfrutar mas al día siguiente.

Disfruto de mi, todos y cada uno de los días que le permití hacerlo. Pero el cuerpo se hace viejo, y la carne dura. Su bisturí ya no podía cortarme, su voz ya no podía seducirme y sus cadenas ya no podían retenerme. Me libere y escupí tinta durante mas de 1000 noches.

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